domingo, 21 de mayo de 2017

En Ti, Cada Tanto

A ti hay que beberte con los ojos cerrados, sin pensarlo, como esos shots que te vuelan la cabeza.
Repetirte hasta embriagrarse y así verte el doble.

A ti hay que recorrerte con casco, a toda velocidad, excepto en las partes más exóticas, esas son las que guarda mi memoria fotográfica.

En ti hay que migrar, acariciar tus aceras de lunes a viernes, acostumbrarse a explorar tus caderas en bicicleta y tomar el sol desde la comodidad de tu ombligo. Abordar el primer barco hacia tus labios, usarlos como almohada y probar tus dulces sueños. Perderse en tu desierto, que nadie me despierte del espejismo de tu piel.

A ti hay que alunizarte, viajar en la constelación de tu espalda, hacer un recorrido interestelar por todo tu universo, darte la vuelta y encontrarse con el calor de tus dos soles. Descubrir la vida que albergas, para luego ir a marte, pero sin el espacio.

A ti hay que invitarte de la mano, brindarte un trago, una buena conversación y silencios cuando son necesarios. Fumarte hasta el filtro e interpretarte con doble sentido para desentendernos cuando nos riamos más de la cuenta.

De ti hay que cuidarse, no cruzar tus líneas hasta que los pesares se detengan. Ir despacio por tus curvas e igual chocar con los costados de tu cuello. Caminarte por las orillas porque en tu fondo puedo terminar (des)ahogado.

A ti hay que habitarte, remodelar tus amarguras y regarte las esperanzas. Tomar siestas en tu pecho y hacer fiestas en tus cosenos. Comer tres veces al día la comisura de tu boca.

A mí tienes que llevarme de vacaciones por tus piernas, y yo a ti, cada tanto, dejarte acampar en mis brazos.