Nació, vivió y murió, fuese la breve y más apática descripción, pero no, el hombre inteligente no desea morir. No quiero que muera incluso. Quiero que destape finalmente sus emociones. Quiero que vuelva a darse otra oportunidad de encontrar el camino, uno nuevo o uno viejo, da igual.
El hombre inteligente que se
desmemorió de sí mismo se involucró tanto con lo mágico, con la ilusión, con
las mentiras que como personas disque conscientes sabemos que no existen.
¿Cómo culparlo? No podría.
Yo también creo en la antropología, en diversas cosas y situaciones, en la no casualidad, en el destino, el mismo que cada quien
construye o destruye.
Un hombre inteligente no
destruye, pero el nuestro sí, acabó con todo. Acabó temores, acabó respeto,
acabó con cosas materiales que a cualquiera le podría importar.
El hombre inteligente echó a
andar descalzo por las vías rápidas de las grandes ciudades, exponiéndose por
completo, buscando un peor destino, consciente de ello pero incapaz de
reaccionar ante el abuso de su mente, alma y cuerpo.
El hombre inteligente perdió su
rumbo, vaga ante él. No le importa, no tiene objetivo alguno.
¿Cómo culparlo? No podría.
Fue así que encontró infortunio, que consiguió la supuesta magia, pero la
usó mal. Lo que el hombre inteligente ignoraba era muy grave, que por más
capacidad que tuviese se veía obligada a morir o desaparecer. Tenía todo
a su favor pero dentro de sí reinaba el odio, la duda, la incapacidad de
empezar de cero.
El hombre inteligente desconocía sus propios sentimientos. Era
como una sala de cine, con la peor de las películas andando y con él mismo de
protagonista y espectador, sin poder hacer nada. Adormecido por dentro y
adentro. Ya no hay retorno.
Lo que el hombre inteligente haga será por su voluntad, la que sea, así sea ciega. No hay manera de interrumpir sus pasos. Él acabó con todo, acabó consigo.
Lo que el hombre inteligente haga será por su voluntad, la que sea, así sea ciega. No hay manera de interrumpir sus pasos. Él acabó con todo, acabó consigo.
Quisiera poder decirles que
aparece otro personaje que lo ayuda, que logra entrar en su cabeza, que logra
poder escucharlo, entenderlo y amarlo para calmar su alma llena de dolor, llena
de ira, llena de dudas, sin luz, y esta historia tomaría un diferente color y a
muchos les encantaría, pero no. No existe otro personaje.
El hombre inteligente
ciego, no ve nada ni a nadie, y aunque existieran tres personajes más él
arrollaría sus mentes. Es simple. Él no quiere ayuda. Es tan egoísta que no ve.
¿Podría alguien quitarle la venda? Que se la quite quien se la puso, él mismo.
Hablo del hombre inteligente pero
de verdad que pareciera lo contrario. Ya entiendo cuando las personas escriben
otros cuentos donde me quedo tranquilo y huelo la paz. Pero el temblor de mi
alma exige profundo, no logro entenderla.
Durante su niñez aprendió que
existía el amor. Mediante su sencillez demostraba simpatía y daba a conocer su
ser. Él crecía y aspiraba pero luego eso moría y nacía la incertidumbre, la
inseguridad, la anarquía, la insensatez.
No hubo manera de que el hombre
inteligente reconociera su causa. Moría por ser amado. Y
lo fue. Pero aun así era infeliz, siempre, siempre pensando en su amargura, en
su antítesis, en su anti-yo, solo el agua calma la sed, solo el amor la sacia.
El hombre inteligente no lo ve, no sacia su sed, él quiere más...