lunes, 22 de febrero de 2016

La Desgracia de Convertir a Alguien En Pretérito

Pretérito es hablar en tiempo pasado
Entonces sería que alguien:

Regaló sonrisas arrugadas.
Tocó la punta de una nariz, la robó en ocasiones.
Escribió cartas que han de ser releídas.
Conoció vicios y hábitos, los segundos no eran tan malos.
Recorrió largas distancias para encontrar lo que no buscaba.
El tiempo marchitó y decoloró su cabello, a otros no les dio tiempo de conocer canas.
Era una persona preciosa, en cuerpo y alma. Recientemente más de la segunda.
Se tomó fotografías que ahora han de adornar estantes, teléfonos y billeteras.
Estaba sonriendo siempre.
Se llevó consciencias sin ningún consentimiento.
Fue sentimental, fue amigable, fue los mejores adjetivos calificativos

Fue. Estaba… y ya no.


Entonces hablar en pretérito es llorar una vez por día.
Es un sueño perdido, 
Es la derrota de las promesas que quedaron inconclusas.
Es secar el alma y mojar los ojos.
Es echarse a pensar demasiado y terminar echando de menos.

Es referirnos a alguien en verbo, dado que se fue en sujeto...
pero quedó en una palabra intachable:  Recordar 


jueves, 4 de febrero de 2016

El Hombre Inteligente Con La Luna Por Esposa (y II)

El hombre inteligente a sabiendas de cada frase y palabra antes escrita, ignoró. Ignoró como siempre. De nada vale ser inteligente si destruyes todo. Tus símbolos, tus coartadas, tu ser. Te crees inteligente pero eres lo contrario. Eres espejo de todos y todos son tus reflejos. Tú más que Nadia sabe por qué quiere morir.

¿Por qué quiere morir el hombre inteligente? ¿Por qué destruye? La respuesta es fácil

Nadia llega a su vida con un vacío lleno, como una guitarra sin cuerdas. Llega para pintar un bello paisaje y darle flores, pero esas flores no fueron olidas. Más bien las escupieron. Pobre Nadia, si le tocó el segundo personaje, a nadie le importa. Qué triste me siento por ella. Más nadie que ella sabe lo que es ser el clavo del martillo.

¿Hasta cuándo Nadia? Nadie se va a exaltar por ti

¿Hasta cuándo Nadia aguantará que nadie haga un gesto amable, un signo fácil, alguna maldita discrepancia? Todo lo acaban, como la duda, como el hombre inteligente que después de tanto trato y tacto ha desvanecido. Quedó en ridículo ante sus fieles. Se dedicó a perder. Se dedicó a morir. Menos mal murió por él y no por otro. Eso sería más dramático aun. Pero el hombre inteligente no dramatiza nada, todo es real. 

Y así de real llegó hasta su choza y con sus benditas manos las destruyó. Como un animal entró y mató a las crías. Permaneció inmune ante la cordura. Decayó de nuevo asentando más el culo y la espalda, terminando de torcer su cuello, llegando a partir su cabeza y su corazón. Nadia ya no sabe qué hacer. Nadia incluso siendo la burla del hombre inteligente era todo. Era la letra y las líneas, era la magia hecha mujer, era lo que él anhelaba. Sin embargo, el hombre inteligente, incapaz de ver lo que tenía, la amordazó. 

Ella, sabia por naturaleza, fresca y joven como una orquídea, sin excluir hermosa, tenía en el bolsillo un frasco con un gotero lleno de paciencia, interminable su contenido. Nadia más que nadie sabía cómo usarlos.


Nadia cosechó la semilla del amor y se embarazó de sí misma y dentro de ella creció un sauce. Ella dio a luz un milagro, un recién nacido, hijo del hombre inteligente. Pareciera que fuese una descabellada hazaña, pero hazaña al fin.

Fue luz en la oscuridad, fue música en el silencio, fue un nuevo amor, un único amor, el sauce llorón. Sin embargo, el hombre inteligente, inmune ante la luz, buscaba el llanto, la amargura. No puede amarse a sí mismo, no puede amar a nadie. El hombre inteligente sucumbió ante las sombras y sin remedio alguno fue juzgado. Parecía eterno su juicio. Siempre era “sí, pero no” “tiro la piedra y escondo la mano” hedonista, egoísta, imbécil.

Nadia, tal cual insecto inseparable de la luz, separó caminos. Tuvo que tomar otra decisión. Debió asistir a su propio juicio y pasar por la puerta de Saens, explicar a sus testigos sus coartadas y exponer sus pruebas, inseparable aún de la luz y la luz de ella.

-Quítenle las esposas al inocente- alguien dijo. 
Enseguida Nadia sintió la luz y de sus manos quitaron esposas. Libre al fin regó su sauce. Acompañó a los suyos de buenos recuerdos, llena de ella, feliz, como siempre lo decidió, separada del hombre inteligente. Pero había un sentimiento oculto más allá de la razón, al lado de su amor, donde permanecía la duda y pensando en él. Dándole gracias a él. Pidiendo su mejora, su salida, su bondad. Ella sabía que algo bueno él tenía. Nadie nunca sabrá qué pasó con el hombre inteligente, incluso, con la misma Nadia. Solo nos quedará saber que el hombre inteligente destruía, por lo menos el nuestro.
TALP.